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Foto oficial del viaje,
justo despues del eclipse |
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Excepcional momento de claridad entre las nubes durante el eclipse |
El 4 de diciembre, día clave del viaje, amaneció cubierto de nubes. La historia del eclipse del 99 en Francia amenazaba con repetirse. Tras amanecer, cansados y somnolientos entramos en el parque en dirección a Shingwedzi. Sin embargo, unos pocos kilómetros antes habían habilitado una zona para verlo, más o menos a la misma distancia de la centralidad del eclipse que nuestro primer destino, así que allí, en un paraje conocido como Boyela, descargamos los instrumentos y bajo una capa densa pero no totalmente compacta comenzamos la observación. Terminamos de montar los instrumentos. Nubes. Hora del comienzo del eclipse. Nubes. A los 20 minutos, un hueco tonto. Vítores, aplausos, jolgorio. El Sol ya estaba cubierto un 15%. Entusiasmo general y a los pocos minutos... Nubes. Otro hueco tonto pasa por las cercanías, pero nada. Al poco rato, otro hueco. ¡Alegría! ¡Viva Sudáfrica! ¡Nkosi sikelel' iAfrika Maluphakanyisw' uphondo lwayo!
(Comienzo del himno del Congreso Nacional Africano). Y a los pocos minutos… Nubes. A partir de aquí, mini huecos en un puzzle de nubes que no terminan de casar para borrar toda esperanza, ni de abrirse para dejar ver con claridad. Con el Sol eclipsado a más del de 95 % estamos viendo 10 segundos de cada 20. Cunde la alarma, la gente sopla para espantar las nubes. Cuando el Sol esta al 99% una nube compacta se interpone entre Helios y nosotros. En ese momento una sombra procedente del noroeste comienza a correr por encima de las nubes. Se la ve acercarse por encima de ellas más rápido que cualquier avión. La luz es como un reflejo en un espejo roto y gastado. De pronto algo sucede. La luz disminuye como si las últimas brasas del Sol se consumieran igual que una vela. Todo transcurre rápidamente, en 20 segundos apenas nos vemos las caras unos a otros. La noche ha vencido al día. Silencio. Los animales se han callado, no se oye a los pájaros, y menos a las personas. Comienza a soplar una ligera brisa. El frente de sombra sobre las nubes nos ha sobrepasado y todos tenemos un nudo en el estómago.
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Un baobab camino de Punda Maria |
El tiempo transcurre despacio, los rostros asombrados vueltos hacia el cielo con expresión de estupefacción. Pensamos en los labradores del pasado, o en las tribus cazadoras que, ignorantes de lo que acontecía, se encontraban con esta noche y aterrados gritaban y rezaban. ¡Ya hemos reconocido esta sensación! ¡Es miedo! Y de pronto, otra vez sin aviso, comienza a aumentar la luz, casi como un flasazo al principio. El final de la sombra nos acaba de pasar por encima como una cortina descorrida y la vemos alejarse sobre la fina capa de nubes buscando el océano.
Todos respiramos aliviados. Tenemos los pelos de punta. Otros 20 segundos y la luz es como si acabara de inventarse. Chisporrotea como unas brasas recién avivadas, la primera luz de un nuevo día. Suspiramos de emoción. La gente empieza a aplaudir. Muchos tenemos los ojos húmedos. A los pocos segundos un nuevo hueco nos permite ver al Sol recién nacido de nuevo. Un grupo a lo lejos asegura haber visto la corona Solar y el disco negro durante unos instantes. Nosotros no, pero la emoción ha sido igual de intensa. No desfallecemos. En Turquía 2006 lo intentaremos de nuevo.
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Bailes en Punda Maria |
Cabaña en Skukuza |
Tras la frustrante aunque inolvidable experiencia, y después de comernos en la cafetería de Punda María hasta la tierra de los tiestos, volvimos sobre nuestros pasos en dirección al sur del parque, al campamento Skukuza, no sin antes ver un par de magníficos ejemplares de Baobab y más fauna autóctona. Con la luz del día pudimos contemplar, mientras regresabamos a nuestro campamento por las carreteras de fuera del parque Kruger y muy lejos de los circuitos turísticos del país, las miserias que rodean a la opulencia del turismo. Tras llegar a Skukuza, contratar algunos safaris para la mañana siguiente, y meternos entre pecho y espalda otra cena de antología (tras dos días comiendo a salto de mata se agradecía), tuvimos la primera noche de buen descanso de todo el viaje. Esa noche nadie se acordó de observar.